La emoción estuvo a flor de piel, tanto en la actuación de «Chingoli» Bofill y los músicos que siempre acompañaron al padre. Se llegó al éxtasis cuando Marito ingresó al escenario por uno de los accesos laterales, a la antigua, con unas cuantas hojas en la traía el recordatorio de los temas que interpretaría y comenzaría la ovación del público que se emocionó hasta las lágrimas.
Tener dos números consecutivos con primeras figuras en la misma jornada es un hecho poco habitual, Mario Bofill y Julio Cáceres son dos marcas registradas del universo chamamecero con reconocimiento nacional e internacional, pero el tablado del anfiteatro demostró que puede aguantar todo ese peso artístico.
La postal de Julio recitando su soneto a Marito fue el corolario de una performance que inició con «Chingoli» Bofill tecleando el rítmico y bailable «Gaucho alzado» que rememora el regreso de un correntino al que le fue mal en buenos Aires.
De inmediato se pasó a un clásico de todos los tiempos como «Mi Corrientes porá», para luego volver a una composición del padre que es un anhelo de buena vida con «La juventud y el chamamé».
Después fue todo emoción cuando «Chingoli» pulsó los primeros acordes de un tema que atraviesa el sentimiento generacional, ya que Mario Bofill ingreso por las bambalinas situadas a la derecha del público y la ovación no se hizo de rogar cuando casi recitando entonó «Recuerdo que llegaba con mis padres…» el primero de los versos de ese himno de los universitarios de varias generaciones que es «Estudiante del interior».
De ahí en más todo fue adrenalina y reconocimiento por parte del público a modo de hinchada futbolera, y allí Mario destacó que «hace tanto tiempo que no nos vemos, que vamos a un chamamecito a dúo con este que está empezando». Los músicos iniciaron los acordes de «Chamamé de los Esteros», que cuenta la vida del mencho de campo, su vida con la familia, 15 hijos y sus problemas de relación con las fiestas patronales y su negativa a dejar el solar donde pasa su vida.
A partir de ese instante Bofill padre se hizo dueño del espectáculo y la multitud reunida en el anfiteatro para ser testigo de la participación estalló en sapukái, cuando entonó los primeros versos de «El carau» con «Amigos y camaradas…».
A esa altura la concurrencia ya estaba desatada y la emoción hizo olvidar las prevenciones porque todo era ovación y ese pedido de «otra, otra…» ensordecedor y los Bofill iniciaron con otro clásico como «Requecho» ese mencho que asegura «la vida da muchas vueltas y en cada vuelta un amooor…».